En 1922, la expedición iderada por el explorador británico Howard Carter, solo posible por el sustancial apoyo financiero de lord Carnarvon (dueño del palacio que aparece en la serie Downton Abbey), descubrió lo impensable: una tumba que, a diferencia de las que se habían encontrado hasta ese momento, se mantenía intacta, congelada en el tiempo, libre de pillajes y saqueos.
En cuatro salas, atiborradas y desordenadas, encontraron miles de piezas asombrosas. Carter puso su nombre en la historia al revelarle al mundo el espacio en el que un monarca egipcio pasó a la otra vida: la tumba de Tutankamón, denominada KV62, que con algo de tiempo, organización y limpieza expuso un tesoro sinigual.
En cuatro salas, atiborradas y desordenadas, encontraron miles de piezas asombrosas.
La maravillosa factura de la tumba y los 5.300 objetos en ella encontrados hicieron del descubrimiento un evento épico. De inmediato cautivaron al planeta las vasijas, sarcófagos, modelos de barcos, estatuas, tabernáculos, joyas, sillas, altares y, claro, su trono y la icónica máscara de oro que automáticamente viene a la mente cuando se piensa en un faraón. Considerando que Tutankamón duró tan poco en el trono, resulta inevitable pensar en los tesoros que podrían albergar las muchas otras tumbas aún no encontradas en ese Valle de los Reyes. Al fin y al cabo, en ese lugar también sepultaron reinas, sacerdotes e integrantes de las élites de las dinastías 18, 19 y 20.
La exposición sirve para celebrar la magia del histórico descubrimiento y también su casi centenario. Ha sido un éxito arrollador en taquillas, y ha agotado entradas en Los Ángeles y París. Se trata de la mayor muestra de los tesoros encontrados en la tumba de Tutankamón. La componen 150 objetos, de los cuales 60 nunca habían salido de Egipto. Con los fondos recaudados, terminarán el Gran Museo Egipcio, en Guiza.
Estos días Tutankamón vuelve a las primeras planas por cuenta de una gira espectacular que, por primera y única vez, lleva a diez ciudades del mundo 150 objetos originales encontrados en esa tumba, de los cuales 60 jamás habían salido de Egipto. La muestra Tutankamón, tesoros del faraón dorado ya pasó por Los Angeles, está en París, en noviembre se traslada a la Galería Saatchi, de Londres, y tiene paradas en Sídney y ciudades por definir de Japón, Canadá y Corea del Sur. Cuando la gira llegue a su fin, los objetos integrarán la colección permanente del Gran Museo Egipcio. Esta flamante construcción ya está casi lista cerca de la pirámide más grande y, desde 2021, albergará con más de 100.000 piezas la memoria de los 3.000 años de la historia egipcia antigua.
La muestra, como han anotado medios internacionales y la organización, también celebra un memorable aniversario, pues se cumplen 98 años del descubrimiento que le presentó al mundo al Faraón Dorado. Curiosamente, la exhibición no cuenta con la máscara dorada, pieza que no sale de Egipto. Aún así, la venta de boletería, agotada con anticipación, ha sido un éxito rotundo por donde ha pasado. Los expertos coinciden en que la ausencia de la máscara no opaca una experiencia irrepetible. En declaración a los medios británicos, el arqueólogo Zahi Hawass lo certificó: “La muestra cuenta con tesoros antiguos, inimaginables, que hay que ver para creer. Celebra el legado del venerado niño-rey y la historia de su descubrimiento. Y es la última vez que los tesoros de Tutankamón saldrán de Egipto”.
La famosa máscara dorada de Tutankamón no puede salir de Egipto. Es la única pieza que hace falta.
Alrededor del descubrimiento y de la tumba se tejió rápidamente una leyenda macabra: una supuesta maldición que acabó con la vida de aquellos que osaron ingresar a la recámara eterna del rey Tut. El mito nació desde que lord Carnarvon murió pocas semanas después de abrir oficialmente la habitación. Y se alimentó de sentencias como las de la escritora Marie Corelli, quien aseguró tener en su poder un antiguo texto que advertía a quienes ingresaran a ese espacio sobre las tragedias que les vendrían. Arthur Conan-Doyle sumó al categorizarlo como maldición, y varios diarios de la época aprovecharon la ‘tutmanía’ para hablar de jeroglíficos que, supuestamente, en la entrada de la tumba decían: “Quien entre en esta tumba sagrada será visitado muy pronto por las alas de la muerte”. A la muerte de lord Carnarvon le siguieron las de su hermanastro, su enfermera, uno de los médicos que sacó radiografías a la momia del faraón, y la de un millonario estadounidense que también ingresó a la tumba. Pero por más que la leyenda maldita resulte fascinante, no tiene soporte en hechos contundentes. Los jeroglíficos no existieron y, de las 26 personas involucradas en la expedición, murieron 6. Entre los muchos sobrevivientes se contó al personaje principal, Howard Carter. Un estudio de la Universidad Monash, en Australia, concluyó que las 25 personas expuestas a la supuesta maldición murieron a la edad promedio de 70 años.
Y más allá del mito, también resulta interesante lo que hoy representa Tutankamón. Para el curador de la muestra, Tarek El Awady, no hay mejor embajador de Egipto que el rey-niño. Y no solo él lo cree. El diario The Times de Londres enumera episodios que lo prueban, entre estos un préstamo de algunos de los objetos para una exhibición en el Museo Metropolitano de Nueva York que tuvo la intención de reparar las agrias relaciones con Estados Unidos. A esto añade que “ahora que el país está sumido en una situación política y económicamente inestable, Tutankamón de nuevo sale al rescate. No por nada uno de sus títulos es ‘aquel que se eleva sobre su manada de caballos’”. Así pues, está de gira una parte de la historia universal y una muestra de lo que solía significar el ostentoso poder en vida y en muerte hace más de 3.000 años. Y bien vale, así sea a la distancia, dejarse maravillar por una grandeza sin fecha de caducidad.
Profesora Kary Degenaro
Investigadora Científica Paleocontacto
Técnica en Arqueología Antropología
Contacto Alienígena
Bitácoras Investigaciones
Contacto Alienigena
Tecnología Alien
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